5 de julio de 2013

Lo difícil es el reposo o de la hercúlea tarea de permanecer quieto

Todo cambia inexorablemente sin importar en absoluto que alguna parte de ese "todo" no quiera. Estamos inmersos en un Universo interrelacionado que no para de cambiar. Para empezar sabemos que se expande desde hace una cantidad de tiempo incomprensible para nosotros.

Dentro de un sistema formado por partes más pequeñas, con diferentes configuraciones, etc.., se hace difícil defender desde un razonamiento lógico la creencia de que al modificar alguna pieza, no afecte en absoluto al resto de componentes y, por tanto, a la totalidad en si.
Lo difícil es no moverse, no cambiar.
Muchas veces pensamos que la postura conservadora consiste en no hacer nada, tan solo seguir como hasta ahora. Esto no es posible. La "no acción", o la irresponsabilidad de descargar toda decisión en el entorno, no evita el movimiento, solamente evita decidir a dónde se va, pero se va igualmente. Empeñarse en creer que todo sigue igual o que la invariabilidad es posible, supone invertir una ingente cantidad de esfuerzo para lograr sentirse quieto (y tranquilo). Esto es una falacia, una ilusión.

Veamos un ejemplo más gráfico, una metáfora. Pensemos en una gran roca que descansa en reposo sobre una superficie plana en un planeta, pongamos la Tierra. Efectivamente está inmóvil, esto es, permanece en el mismo lugar relativo a la superficie (no así en el Universo, ya que el plantea se mueve). Si preguntamos a cualquiera por qué no se mueve, es altamente probable que nos responda que porque nadie la empuja, que habría que aplicarle una fuerza para que se moviese en la dirección de la misma y que cuando dejásemos de empujar dejaría de moverse. Esta concepción responde al modelo aristotélico de movimiento. Según Aristóteles, para poner un cuerpo en movimiento, o para mantenerlo en movimiento, era necesario que sobre el cuerpo actuara de manera constante una fuerza. Si esta dejaba de actuar, el cuerpo adquiría su "estado natural", es decir, el “reposo”. 

Para Aristóteles, el estado natural de todos los cuerpos es el “reposo”
Esta visión coincide con la de la mayoría de niños y adolescentes de multitud de culturas como refleja el trabajo de Gunstone y Watts (1985) en diversos países (Australia, Bélgica, Francia, Gran Bretaña, Noruega y Turquía). Lo llamaron pensamiento intuitivo transcultural acerca del movimiento. De su estudio pudieron extraer las siguiente reglas muy similares a los pensadores antiguos (previos a Newton o Galileo):
1. Las fuerzas están relacionadas con los seres vivos. (...)

2. El movimiento constante requiere una fuerza constante. (...)

3. La cantidad de movimiento es proporcional a la cantidad de fuerza. (...) (Cuanto más fuerte se empuja, más rápido se mueve y se alejará más. Es decir, lo único importante parece ser el impulso o ímpetu).
4. Si un cuerpo no se mueve, no actúa ninguna fuerza sobre él. Esta regla parece apoyar el pensamiento de que si un objeto está en reposo no tiene sentido buscar ninguna fuerza que influya en él, pues si hubiese una fuerza habría movimiento.
5. Si un cuerpo se mueve es que hay una fuerza que está actuando sobre él en la dirección del movimiento.(...)
García Madruga, J. A. y Delval, J. (2010).  Psicología del Desarrollo I. (pp. 283-285).
 
Todo esto en realidad, aunque intuitivo, no es cierto si nos atenemos a los trabajos de Galileo o Newton. No voy a profundizar más en física, lo importante es hacernos conscientes de que nuestra percepción diaria, no siempre se guía por la razón y el empirismo y aunque todos conocemos la gravedad, el rozamiento, los planos inclinado, etc... tendemos (lógicamente) a simplificarlo todo y pensar como niños o adolescentes. Si algo no se mueve, no actúa ninguna fuerza. Si nos nombran a Newton, reparamos en nuestra formación y comprendemos que no es cierto. De hecho es claramente falso.

Volviendo al ejemplo de la piedra, si la superficie en la que descansa comienza a inclinarse, el delicado equilibrio de fuerzas que la mantenían en "su sitio natural" se rompe. La hipotética piedra terrestre comenzaría a descender por el plano inclinado (emergiendo el movimiento en todo el sistema) en base a parámetros como la masa, la gravedad, el rozamiento, etc... que a su vez forman parte del sistema. Supongamos ahora que la piedra no quiere moverse de donde está, quiere desafiar al Universo, quiere premanecer "quieta". Tendrá que poner medios para oponerse y "recuperar" el equilibrio perdido (esto tampoco es real, el movimiento es en sí el equilibrio de todas las partes). Podría poner una piedra menor, en la parte dónde su cuerpo entra en contacto con la superficie. Si la inclinación aumenta, la piedrecita, no será suficiente. Tendría que recurrir a otros medios más potentes, por ejemplo a una cuña de madera. Pero sería también insuficiente a medida que la inclinación aumentara, o si cambia de orientación. Si la superficie se inclina en sentido contrario, todos los medios interpuestos por la piedra habrán sido en vano. De pronto el movimiento aparecería de forma violenta y la piedra se prenguntaría ¿qué habré hecho yo para que me pase esto?

El equilibrio se consigue con el movimiento, lo sabemos de niños, ¿por qué lo olvidamos cuando nos hacemos adultos?

La sociedad nos enseña (inculca) a resistirnos al cambio, mantenernos "firmes" en nuestras convicciones, responsabilidades, perseverar y defender nuestra postura contra viento y marea. En mi época le llamaban "tener personalidad" (la asertividad es otra cosa, de hecho diría que es casi lo contrario). Yo le llamo obstinación absurda y ridícula, o también, adoctrinamiento exitoso, pensamiento único, superficialidad, etc... Es difícil resistirse a esto, nos lo implantan desde pequeños, cuando todavía no tenemos capacidad para dudar, es más, confiamos ciegamente en nuestros mayores que quieren lo mejor para nosotros. Pero, ¿no les han hecho lo mismo a ellos?

Desarrollamos (o aprendemos por observación) infinidad de estrategias cognitivas para ver las cosas estáticas, y parece como si no quisiéramos ver el movimiento que todo lo inunda y nos frustra. Luchando contra la evidencia como una legión de Sísifos sumidos en una absurda lucha eterna sin sentido. Mucha gente conocerá la disonancia cognitiva, según la cual, tratamos de acomodar la realidad para eliminar la diferencia entre lo que pensamos y lo que hacemos. Yo creo sinceramente que llega un momento en que pasamos directamente de ella. Ya ni nos molestan las incongruencias propias. No, ni nos esforzamos ya en ello. Nos volvemos continuamente incongruentes, demasiadas veces veo a personas actuar de una manera contraria a lo que afirma pensar, a sus supuestos valores. Cuando se lo muestras, o intentas que lo vean lo rechaza hostilmente (por desgracia debo incluirme).

Sísifo fue condenado a empujar eternamente una enorme piedra cuesta arriba.


En general creo que perdemos bastantes oportunidades de avanzar de forma armoniosa (sin resistencias) con el medio, con el sistema al que pertenecemos y en el que estamos inmersos. Me refiero a cambios conceptuales a nivel individual tan brutales como las teorías científicas que suponen revoluciones como las de Newton, Galileo, Darwin, Einstein... Es cierto que las resistencias forman parte del proceso, no se trata de cambiar constantemente, en cambio, cuando existe una gran acumulación de experiencias (evidencias) que nos gritan que estamos equivocados, que algo falla en nuestros modelos mentales, debe ser el momento pararse a pensar honestamente qué es lo que está paando. Tal vez descubramos algo y en un relámpago (un Insight) lo veamos, cambia el sentido de todo. Durante un tiempo podemos descansar y dejar de empujar la piedra por la ladera. A este respecto, se me viene a la cabeza una cita de John Stuart Mill:
"[...] cuando una opinión es cierta, puede ser extinguida una, dos o muchas veces, pero en el curso de las épocas generalmente se encontrarán personas que la redescubrirán, hasta que alguna de sus reapariciones se realice en un tiempo en que las circunstancias la favorezcan y escape a la persecución hasta conseguir tal preeminencia que resista todo intento posterior de reprimirla"
John Stuart Mill, On liberty (Sobre la libertad) (1859)
El mismo año que Darwin publicaba "El origen de las especies.", Mill publicaba su "On liberty" en el que reflexionaba sobre el difícil equilibrio entre libertad y autoridad.

En nuestra vida, se nos presentan oportunidades reiteradamente para seguir con nuestro crecimiento, pero en muchas ocasiones, cuando las circunstancias no nos acompañan, nos las negamos, luchamos contra ellas obstinadamente para mantener a toda costa una apariencia irreal de control. Queremos controlarlo todo, a nuestros hijos, nuestra pareja, nuestra familia, nuestro jefe, al populacho, al mundo... Cuando, lógica e irremediablemente, no lo logramos, nos sentimos desgraciados, frustrados y apelamos a la justicia (o en este caso injusticia) del universo que no se pliega a nuestros deseos ¿nuestros? Por otro lado también existe algo que nos gusta a nuestra especie: la comprensión, el aprender y sobre todo aprehender el contenido de las experiencias. En un tiempo record desde que nacemos nos apoderamos de una ingente cantidad de conocimientos, algunos tan complejos como nuestro lenguaje, con su gramática, irregularidades, etc... Lo hacemos porque queremos, porque tenemos ese deseo innato y nos hace felices...

No creo que la vida se trate de una lucha a brazo partido contra el universo al que pertenecemos y del que no podemos escapar (me niego obstinadamente a creer eso). No estamos aquí para sufrir, como afirma el cristianismo a la espera de tiempos mejores (cito esta religión porque es la que conozco y bajo la influencia de la cual me he criado). Pienso que estamos aquí para evolucionar, para crecer, para continuar aprendiendo hasta la muerte, aunque bien pensado, la muerte es la ausencia de crecimiento, así que si no creces, si no evolucionas, estás muerto a todos los efectos, eres (soy) igual a la piedra de antes.

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