Imaginar: (Del lat. imagināri) tr. Representar idealmente algo, inventarlo, crearlo en la imaginación.
Viendo como mi hijo mayor (tiene seis años) se comía un helado de chocolate, un barrunte asomó a mi imaginación, poco a poco ese barrunte se fue transformando en una idea que a pesar de ser bastante evidente nunca se me había ocurrido.
Pero antes de compartir esta revelación, trateré de reconstruir el proceso que me hizo llegar a ella (creo que esto en psicología se llama introspección). Creo que lo primero sería explicar como Iago se comía su helado: se trataba de una bola en una pequeña tarrina de cartón. Armado con una de esas escuálidas y ridículas cucharillas de plástico del tamaño de una uña, trataba de hacer mella en la mole marrón todavía dura y congelada. Pronto la actividad de comer el helado se volvió secundaria y lo divertido era conseguir arañar unas pocas raspaduras de chocolate que llevarse a la boca. Al cabo de un minuto o dos, la bola se había convertido en una montaña y algún ser diminuto (o quizás un alter ego de mi hijo) gritaba en falsete: "Socorro, ayuda...". El caso es que, por lo que puede deducir (no quise preguntar para no romper el encanto del momento), aquel "ente" invisible se encontraba atrapado en el interior de la montaña de chocolate y trataba de escapar antes de que se lo tragara el pringoso glaciar. Entre grito y grito la uña de plástico (ahora era gigante en comparación con el diminuto ser), iba arañando ingentes cantidades de helado y en unos minutos había dado buena cuenta de la bola. Acto seguido todo terminó, se levantó y se fue a jugar imaginando quién sabe qué nueva aventura...